viernes, 22 de marzo de 2013

El vacio

… UN UMBRAL A LAS PREGUNTAS

 


La finalidad de la obra de arte es un enigma. Sin embargo, el primer latido creativo fue impulsado por la idea de conservar un saber o una imagen, ya fuera por su poder o su belleza. Este anhelo de trascendencia, unión del pasado, futuro y presente, ha servido de esperanza al desasosiego de la nada, de la muerte, nido en las pulsaciones profundas del hombre.

El arte es la forma más primigenia de transgresión de los límites humanos,  colindante con la muerte, como afirma el antropólogo Hans Belting. El arte es una metáfora que nos sitúa en los límites de la existencia.

Paul Klee utilizó rítmicos dibujos cargados de signos que servían, como decía el autor, para acercarse al “corazón de la creación, cerca del mundo de los no nacidos”.

Walter Benjamin, definió  la obra de arte como una impresión o huella que producía una “aparición irrepetible”, “un aura”, de “inmensa lejanía y cercanía”, de tiempos y espacios  como lo que nos produce los yesos de la Alhambra y un espejo de recuerdos como en Las Meninas de Velázquez.


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